Objetivo:- Entrar en el Misterio de la Santísima Trinidad.
- Descubrir a la palabra de Dios como la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
- Valorar nuestras capacidades como hombre y mujer e identificar nuestro origen y relación con la Santísima Trinidad.
- Gn 1,26 El hombre imagen de Dios. Definición del hombre (Aristoteles, retrabajada por Santo Tomas de Aquino)
- Definiciones: Naturaleza: Conjunto de factores físicos, Psiquicos y espirituales que determinan la manera de actuar del hombre.
Persona: (del latin "per-sonnsre" "re sonar", nombre dado a las mascaras que usaban los actores en el teatro al estilo griego). Parte del hombre a través de la cual se manifiesta la actividad de la naturaleza. Es la parte relacional del ser.
HOMBRE
Ego único e irrepetible
Facultades intelectuales:
Conclusión:
El hombre, ser creado por Dios a su imagen, llegara a su plena realización en la medida que logre identificarse con su Creador, para quien fue hecho. Es decir, hecho para buscar la Verdad y el Amor, cuya plenitud es el mismo Dios, lograra cumplir la finalidad de su vida al llenar su inteligencia con DIOS-INTELIGENCIA, es decir, la Palabra, Jesús; y su voluntad con DIOS-VOLUNTAD, es decir, el Espíritu Santo. A través de ellos llegaremos al padre, nuestro destino final. (san Agustín: "Señor, nos hiciste para Ti nuestro corazón no reposara hasta que descanse en Ti.").
LA MASCARA
Cuando hice las primeras letras en el aprendizaje del derecho, supe que es persona, -un concepto crucial, eje de todos los caminos- fue alguna vez la mascara que los antiguos latinos utilizaban en sus representaciones teatrales. En esa acepción sugerente, persona y mascara son pues, lo mismo.
Así, somos nuestra mascara, un gesto, un personaje, un papel en la escena. Esto no quiere decir que seamos, necesariamente, ilusión, impostura o falacia. Porque podemos ser los artífices, dueños, portadores orgullosos de una mascara en la que confesamos nuestra verdad y nuestro sueño aunque también podemos ocultarlos hasta que lleguen el tiempo o las circunstancias de poner todo a la vista.
En otras palabras: la mascara es la apariencia con que viajamos en la vida. La lealtad a nosotros mismos- y a todos los que nos observan o acompañan-reside en la identidad entre esa apariencia y la realidad que somos, que esta por encima", de la simulacion, en unos casos, o el infundio, en otros. una cosa es colocarse el actor la careta para magnificar su voz, hacerla "vibrante y sonora" y otra es revestirse de un artificio para engañar a quienes lo secundan y acaso nos admiran.
Aquello -la identidad entre la persona y su mascara- implica una lección de lealtad y de congruencia, un motivo de confianza y de esperanza, que vale ante propios y extraños, amigos o adversarios. En todo caso es, sencillamente, una lección de transparencia, como pasaporte en la vida, que no desmentirán los hechos. Querrá decir que confesamos cabalmente, desde el principio y sin engaño, que hombre somos, que idea tenemos, que anhelo postulamos. Querrá decir que a esas confesiones apostamos nuestra vida, sin variaciones y por ellas ganamos o perdemos con gallardía. No habrá convicciones advenedizas, convicciones de ultima hora, codicias envueltas en banderas nacionales, hondas amarguras maquilladas como amor a la patria. No habrá súbitos apostolados, ni redenciones de urgencia. No negaremos lo que fuimos y lo que somos, única forma sensata de anunciar lo que seremos.
Sucede que cada cual compareced en la escena mas elevada -la escena de la vida- con la mascara que lo representa, es decir, con la apariencia que es la clave para identificarnos. Elegimos esa mascara, o nos llega impuesta. Por ella se nos conoce, se nos ama, o se nos aborrece. Por ella se nos identifica. Por ella se rechaza o se confía. Por ella - y con ella- hacemos el camino de cada jornada. Pero al cabo del tiempo, o en algún descuido, en una vuelta del camino, sobreviene una decisión soberana, llegada del abismo que cada cual trae dentro, o de una ráfaga inesperada que nos asalta. Cae la mascara y surge, finalmente, el hombre que somos de veras.
Quizás aparecemos idénticos a la mascara que tuvimos, porque esta fue apenas la cobertura de nuestro rostro genuino, sin alteraciones, o porque acabamos, miméticos, por ser idénticos a ella: nos acostumbramos,nos hicimos al habito con que nos revistió o invistió la vida. O tal vez aparecemos distintos a la apariencia con que hemos vivido a la mascara que portamos: no digo peores o mejores, solo diversos, y por ello sorpresivos, extraños para todos, incluso para nosotros mismos.
Es en ese momento, enfrentados a un espejo inevitable, que nos revela, cuando sobrevienen las admisiones y las negaciones. Entonces afloran las grandes decisiones, acude el individuo de carne y hueso, con el alma que trajo evidente u oculta. Emerge, sin mascaras ni encubrimientos, la persona que hondamente somos.